Biden aún tiene el tiempo y la autoridad para cerrar Guantánamo de una vez por todas

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Columna de Amy Goodman
Publicado 11/1/2025
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Amy Goodman y Denis Moynihan

Ha llegado el momento de cerrar la cárcel de la base naval estadounidense en la bahía cubana de Guantánamo, donde sigue habiendo hombres detenidos lejos del territorio continental de Estados Unidos, en un infierno extrajudicial. Allí, hombres que han pasado más de 20 años en prisión sin juicio ni cargos en su contra —y cuyas liberaciones ya han sido autorizadas— continúan enjaulados, prácticamente olvidados.

Afortunadamente, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, no se ha olvidado. Once prisioneros que pasaron un largo tiempo en Guantánamo fueron recientemente liberados y trasladados a Omán para vivir en libertad. Aún hay quince hombres detenidos en la bahía. Seis de ellos nunca han sido imputados formalmente de ningún delito y tres cuentan con la autorización para ser liberados. Biden puede brindar algo de justicia a todos los prisioneros que permanecen en Guantánamo. El mandatario debería dejar en libertad a los que ya tienen su liberación autorizada y trasladar a los que tienen imputaciones o condenas a una instalación en Estados Unidos. Luego, debería ordenar el cierre definitivo de esta tristemente célebre prisión.

Desde el año 2002, unos 780 hombres han estado encarcelados en Guantánamo, la mayoría sin ninguna imputación de cargos en su contra. Han contado con el acompañamiento jurídico de un puñado de abogados estadounidenses, en ciertos casos durante casi un cuarto de siglo. Ramzi Kassem, profesor de derecho de la Universidad de la Ciudad de Nueva York, es uno de estos abogados.

En conversación con Democracy Now!, Kassem habló sobre uno de sus clientes que acaba de ser liberado y enviado a Omán: “Moath al-Alwi es un ciudadano yemení. Es uno de los primeros prisioneros que llegaron a Guantánamo. La prisión se abrió el 11 de enero de 2002. Él estaba en el segundo o tercer avión. Por eso, su número de serie de internamiento era bajo: el 028. [Al-Alwi] nunca fue acusado formalmente de ningún delito. Fue vendido, como la mayoría de los prisioneros de Guantánamo, por una recompensa de entre 5.000 y 15.000 dólares que el Gobierno de Estados Unidos ofrecía a las tribus de la frontera entre Afganistán y Pakistán por los llamados 'árabes fuera de lugar'. Según las propias declaraciones del Gobierno estadounidense, el señor al-Alwi nunca llegó a disparar un solo tiro contra militares de Estados Unidos o de sus países aliados. Aun así, pasó 23 años, más de la mitad de su vida, en Guantánamo”.

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© 2021 Amy Goodman
Denis Moynihan colaboró en la producción periodística de esta columna.
Traducción al español de la columna original en inglés. Edición: Democracy Now! en español.
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